Viaje en el tiempo

Milicias de extrema derecha en Hungría. Fuente: AFP

Una crisis financiera ha obligado a millones de trabajadores a vivir bajo el umbral de la pobreza. En Finlandia y Austria la extrema derecha ha
obtenido una posición privilegiada en sendos parlamentos y en la Europa del Este se persigue a los comunistas. ¿Una clase de Historia contemporánea? Ojalá. A día de hoy, en pleno 2011, este es el pan de cada día en nuestro continente.

Aunque no haya aparecido un líder carismático que unifique a todos los partidos xenófobos y ultras que están surgiendo alrededor de Europa (una suerte de Hitler del siglo XXI), la verdad es que el discurso racista y demagogo ha conseguido miles de votos además de encajar a la perfección en parlamentos que, hasta hoy, pensábamos que eran paradigmas de la democracia (como el sueco o el finés).

Quizá el caso más dramático de este auge radical (mientras no se confirmen las encuestas de Marine Le Pen y su Frente Nacional) se está viviendo en el país de los magiares, Hungría, donde han comenzado a brotar las milicias xenófobas y los raids contra población zíngara. Desde que el partido Jobbik obtuviera en las pasadas elecciones el 17% de los votos y 47 diputados en el Parlamento húngaro la situación para los gitanos y los rumanos afincados en el país ha empeorado drásticamente. El Jobbik (Movimiento para una Hungría Mejor) recoge el testigo del antiguo Partido de la Cruz flechada, entidad títere del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial y de ideología antisemita y ultranacionalista, ha logrado construir desde su fundación en 2003 una suerte de milicias y guardias paramilitares para apoyar su política exclusionista. En zonas septentrionales los alcaldes ya han empleado a estos grupos radicales para mantener a raya a los inmigrantes ya sea usando el miedo y la intimidación o, en algunos casos, la violencia.

«Hungría pertenece a los húngaros. El Jobbik es sinónimo de transformar dichos en hechos«, afirmaba en la víspera de las elecciones el líder del partido, Gábor Vona. Además, y citando al sociólogo húngaro Zoltán Pogatsa al referirse al programa anti-romaní del Jobbik: «Le dicen a la gente: mirad, nosotros sufrimos la crisis y ellos se benefician de las ayudas sociales del Estado. Pero a ese dinero podía dársele un uso mucho mejor«. El mismo argumento que dan aquí en España partidos como PxC o Falange. Viendo esto solo podemos decir que estamos ante otro discurso demagogo y populista típico de la extrema derecha pero este partido tiene un as en la manga que les da credibilidad ante el pueblo magiar: las cifras.

Los gitanos representan hoy en día cerca de un 10 % de la población. Pero se prevé que en 2050 puedan llegar al 20 % gracias a una tasa de natalidad elevada. Además muchos húngaros ven a los zíngaros como a delincuentes  puesto que según las estadísticas oficiales se calcula que cerca de la mitad de los convictos del país son de origen romaní. Con esta ayuda matemática el programa xenófobo del Jobbik queda apuntalado y ratificado.

Viendo esto, ¿qué se supone que debemos hacer los jóvenes europeos? ¿Cómo paramos lo que se prevé como una nueva ola de extremista y xenófoba? ¿Qué harán los baluartes de la democracia como Francia y Estados Unidos si se infiltran racistas en sus propios estamentos legislativos? Sólo lo sabríamos si pudiésemos viajar en el tiempo. Y por lo visto éste podría devolvernos al pasado.