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Cambio climático: Cancún, una reunión de bajo perfil

Hace tan sólo un año, el cambio climático era el tema que más páginas llenaba y todos los titulares se centraban en la reunión de la ONU que estaba a punto de celebrarse en Copenhagen. Durante muchos meses se había hablado de esta cumbre como la gran esperanza para conseguir un nuevo Protocolo de Kyoto. El gran batacazo que se dio la comunidad internacional, y también la sociedad civil, en esas semanas de diciembre de 2009 ha hecho que los diferentes actores sean mucho más reservados en sus análisis para la reunión sobre el cambio climático que comienza hoy en Cancún.

El interés que ha despertado esta cumbre ha sido limitado y no se han visto las grandes campañas internacionales que rodearon a su predecesora. Una guerra implosionando en la península coreana y las recientes filtraciones de Wikileaks sobre la diplomacia norteamericana han reemplazado de momento a los titulares de la inauguración del COP16.

El año pasado, ni siquiera la presión social y mediática que rodeó a Copenhagen pudo forzar el pacto que todos estaban esperando. Por el contrario, se llegó a un acuerdo de mínimos no vinculantes, que no establecía unos objetivos claros en cuanto a la reducción de emisiones.

Nadie espera, por tanto, que en estas dos semanas que le quedan por delante a los 194 países negociadores se llegue a un tratado vinculante para la reducción de emisiones de CO2. Será una reunión de bajo perfil, no porque sus asistentes sean políticos de segunda, sino porque las expectativas son tan limitadas que no se esperan grandes luchas por obtener compromisos importantes.

El propio Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, se ha mostrado escéptico y ha pedido al menos pasos significativos para la firma de un tratado vinculante el próximo año en Sudáfrica.

La ONU espera, sin embargo, ganar algunas pequeñas batallas. Uno de los principales objetivos es la creación de un «Fondo Verde«, que permita a los países en desarrollo adaptar sus economías a procesos de producción más limpios y mitigar los efectos que el cambio climático puede tener en sus territorios.

Se buscará además un pacto para frenar la deforestación que cada año se lleva nueve millones de hectáreas de selva, según datos de la FAO, lo que supondría un gran éxito para la ONU, que ha declarado el 2011 como el Año Internacional de los Bosques.

¿Por qué no se puede llegar a un acuerdo?

El Protocolo de Kyoto fue un acuerdo de objetivos ambiciosos que obligaba a las partes a reducir sus emisiones de efecto invernadero en, al menos, un 5,2 % por debajo de los niveles de 1990. Carecía, sin embargo, de mecanismos de regulación y de sanciones para asegurar su cumplimiento, por lo que las emisiones no han dejado de aumentar.

Un nuevo acuerdo debe, por tanto, superar al Protocolo de Kyoto en dos aspectos: sus objetivos y su regulación. Un pacto de estas características supondría, sin embargo, una ralentización del crecimiento económico y cierta pérdida de soberanía, riesgos que pocos están dispuestos a correr.

Un reto demasiado difícil para unos negociadores que llegan con posiciones dispares y poca motivación. «Fracaso» ya es la palabra que ronda en la cabeza de muchos editores para titular el próximo 11 de diciembre. Quizá tan poco expectación nos traiga alguna sorpresa.

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